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martes, 17 de noviembre de 2009
Noche buena
Esta vez lo esperaba despierto, era mi oportunidad numero veintiséis y no dejaría pasar un año mas para eliminar esa duda que me atormentaba desde que tenia uso de razón, ¿será cierto?, ¿será solo una estafa?, las horas transcurrían muy lentas, a paso imperceptible según mis ansias, el suave olor a fiesta invernal, un pan dulce despedazado que se secaba poco a poco sobre la mesa, desde muy temprano estaba allí, demasiadas horas en la misma pose, mirando al mismo sector de mi casa, en esta ocasión no podría sorprenderme al encontrar los regalos el día siguiente, con sigilo montaba guardia frente al árbol de navidad enmohecido por las lagrimas, no parpadeaba, casi ni respiraba, tenia la idea de que el mas mínimo descuido seria el momento en el que el hombre de rojo daría su golpe, los segundos pasaron hasta que se convirtieron en minutos y luego en horas, mi fe se desvanecía hasta que de repente oí un ruido a cascabeles y un golpe muy fuerte, cuando enfoque mis ojos en la chimenea allí estaba el hombre de la gran barriga con su bolsa y una barba digna del más antiguo de los reos, una sonrisa le dibujaba los labios de oreja a oreja pronunciando el mas estridente de los gritos que en mi vida escuche, “JO JO JO”, aun me eriza la piel recordarlo, lo ataque con preguntas que llevaba dentro de mi, ¿quién sos?, ¿donde vivís?, ¿porque nunca me traes el regalo que yo quiero?, ¿cómo sabes quien se porta mal y quien bien?, el me miro de forma paternal y me dijo que no tenia el tiempo para responderme todo eso, tardaría toda una noche y solo disponía de segundos para entrar, dejar el regalo y luego marcharse en todos los hogares del mundo, yo le insistí, le suplique, le llore, cuando percibí que eso no funcionaba lo tome del cuello y lo forcé a sentarse en una silla, allí lo ate y ante mi sorpresa por la situación comenzamos una charla muy fluida, le conté de mis problemas con Silvana, de lo mucho que se complicaba existir, de mi recuperación exitosa del manicomio, el siempre me sonrió dándome pequeños consejos útiles, cuando finalice me comento de lo largo que eran sus viajes, de la cantidad de cosas insólitas que le habían ocurrido y de un montón de cosas mas que ya no recuerdo, al final lo mire con tristeza y me pregunto que ocurría, tantas expectativas, tantos deseos, ¿por qué nunca me diste lo que te pedía?, el hombre vestido de Papa Noel me miró a los ojos y me respondió casi susurrándome, siempre te he dado lo que necesitas pero lo que deseas no siempre es lo que necesitas, incrédulo me quede pensando en sus palabras, el silencio agrietaba la tranquilidad, lo observe de nuevo y me dirigí a la otra habitación para asegurarme de algunos detalles antes de dar el siguiente paso, cuando regrese mi mirada era sombría y Papa Noel debió notarlo pero jamás demostró su propio terror, cuando me dirigí a él con un machete no vacile en lo que haría, no se cuantos golpes le di, estaba enfurecido, mientras había salido de la habitación llame a mi hermano para contarle lo que ocurría en mi casa pero me respondió la pequeña Isabel, mi sobrina, y me contó del montón de cosas que le había dejado Papa Noel, allí me di cuenta de que el que se encontraba en mi sala era un impostor y solo para evitar que volviera a cometer el mismo fraude con alguna otra persona decidí acabar con él en la sala de mi casa
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